En la fecha 22 de diciembre de 1989 la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Resolución 24/236 "decide designar el segundo miércoles de octubre como Día Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, que la comunidad internacional observará todos los años durante el Decenio de manera acorde con sus objetivos y metas".
El 21 de diciembre de 2001 la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Resolución 56/195 "decide seguir observando anualmente, el segundo miércoles de octubre, el Día Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales como medio de promover una cultura mundial de reducción de los desastres naturales que comprenda la prevención, la mitigación y la preparación".
El 21 de diciembre de 2009 la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Resolución 64/200 "decide designar el 13 de octubre como fecha para conmemorar el Día Internacional para la Reducción de los Desastres"
El Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres de este año se trata de gobernanza. La buena gobernanza del riesgo de desastres se puede medir en las vidas salvadas, la reducción del número de personas afectadas por los desastres y la reducción de las pérdidas económicas. La COVID-19 y la emergencia climática nos advierten de la necesidad de implementar una visión a largo plazo, con instituciones que planifiquen, que sean competentes y empoderadas, y que actúen en función de evidencia científica a favor del bien común.
Esto requiere contar con estrategias nacionales y locales para la reducción del riesgo de desastres a finales de año, como acordaron los Estados Miembros de las Naciones Unidas cuando adoptaron el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres en 2015. Necesitamos estrategias que tengan en cuenta no solo los hechos puntuales, como las inundaciones y las tormentas, sino también las que respondan al riesgo sistémico generado por las enfermedades zoonóticas, las crisis climáticas y la degradación ambiental.
Unas buenas estrategias nacionales y locales para la reducción del riesgo de desastres deben ser multisectoriales, que incluyan políticas en áreas como el uso de la tierra, los códigos de construcción, la salud pública, la educación, la agricultura, la protección del medio ambiente, la energía, los recursos hídricos, la reducción de la pobreza y la adaptación al cambio climático.
Es el momento de mejorar nuestra táctica si queremos dejar un planeta más resiliente a las generaciones futuras.
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