El 22 de junio se conmemora el fallecimiento de uno de los pensadores, ensayistas y poetas peruanos más importantes de fines del siglo 19 e inicios del siglo 20. Parques, plazas y avenidas llevan hoy su nombre, pero sus escritos suelen ser mirados de soslayo por la lacerante actualidad que tienen, sobre todo en términos de crítica social, política ya que eran de naturaleza directa, aguda y controversial. Su obra literaria influyó a futuros grandes nombres de la poesía peruana como Juan Parra del Riego, Alberto Ureta, José María Eguren y César Vallejo. Recordemos en esta biografía a Manuel González Prada:
José Manuel de los Reyes González de Prada y
Álvarez de Ulloa, conocido como Manuel González Prada fue un ensayista,
pensador anarquista y poeta peruano. Fue la figura más discutida e influyente
en las letras y la política del Perú en el último tercio del siglo XIX. Como
ensayista es considerado uno de los mejores de su patria, destacando por sus
feroces críticas sociales y políticas, tendencia que se acentuaría después de
la Guerra del Pacífico, la mayor catástrofe bélica de la historia republicana
peruana. Ejerció también como Director de la Biblioteca Nacional del Perú
(1912-1914 y 1915-1918).
En el plano literario se le considera el más
alto exponente del realismo peruano, así como por sus innovaciones poéticas se
le denominó el “Precursor del Modernismo Americano”. Como prosista, es
recordado principalmente por Pájinas libres (1894) y Horas de lucha (1908),
ensayos donde muestra una creciente radicalización de sus planteamientos.
Defendió todas las libertades, incluidas la de culto, conciencia y pensamiento
y se manifestó en favor de una educación laica.
Durante la guerra contra Chile, participó en
las batallas de San Juan y Miraflores. Al producirse la ocupación de Lima por
las tropas chilenas, se recluyó en su casa en señal de protesta (1881-1883).
Tras la partida de los invasores, reinició su labor periodística y esta vez
desató su ira contra los vicios nacionales que habían causado el desastre
bélico, con un verbo muy elocuente e incisivo. En 1885 tomó la dirección del
Club Literario, que luego se convirtió en la Unión Nacional, entidad política
de principios radicales.
En 1887, se casó con la francesa Adriana
Adelayda Verneuil Conches, a quien había conocido en Lima en 1877, y declarado
su amor en 1884. Sus dos primeros hijos, una mujer (Cristina) y un varón
(Manuel), murieron antes de cumplir el primer año de vida (1888 y 1889,
respectivamente). Un tercer hijo nacería más tarde, en París: Alfredo, quien si
sobrevivió a su padre.
Algunos de sus discursos tuvieron gran
resonancia, como el leído en el teatro Politeama en 1888 donde se proclamó su
célebre frase: “¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”, convocando a
la lucha por el cambio social, contra las malas ideas y los malos hábitos,
contra leyes y constituciones ajenas a la realidad peruana, contra la herencia
colonial, contra los profetas que anunciaban el fracaso definitivo de América
Latina.
A finales de 1891 viajó a Europa donde
permaneció alrededor de siete años. A su regreso al Perú, imbuido de las ideas
anarquistas, reinició sus críticas contra la corrupción política, identificándose
con la clase obrera.
En 1901 publicó su primer libro de poesía,
Minúsculas, en una edición doméstica de solo cien ejemplares. Colaboró, de 1904
a 1909, en el periódico mensual Los parias, con artículos sociales. En 1905,
invitado por la Federación de Obreros Panaderos de Lima a conmemorar el 1.º de
mayo, dictó su conferencia El intelectual y el obrero. En 1908 publicó en Lima
su libro Horas de lucha, y en 1911, su segundo libro de poesías Exóticas.
En 1912 se le confió la dirección de la
Biblioteca Nacional en reemplazo de Ricardo Palma. Al producirse el golpe de
estado de febrero de 1914, se instaló un nuevo gobierno presidido por el
coronel Óscar R. Benavides. González Prada, contrario al militarismo, renunció
a su cargo e inició la publicación del periódico La lucha, del que solo salió
un número, requisado por la dictadura.
Restituido el orden constitucional en 1915,
González Prada volvió a su cargo al frente de la Biblioteca Nacional. Allí, y
en su domicilio, recibió la visita de diversas personalidades, entre los que se
contaron Víctor Raúl Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui y César Vallejo,
que fueron grandes admiradores suyos, y que se inspiraron del gran maestro.
Falleció repentinamente en Barranco, Lima, el
22 de julio de 1918 a los 74 años de edad, víctima de un síncope cardíaco. Fue
enterrado en un mausoleo del Cementerio Presbítero Matías Maestro. Le
sobrevivió su esposa, Adriana Verneuil (fallecida en 1947), quien escribió en
su recuerdo el libro Mi Manuel (Lima, 1947); y su hijo Alfredo González Prada,
que compiló su obra inédita, trabajo que fue continuado por Luis Alberto
Sánchez.
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